Colombia certifica la oportunidad del cambio
J.L. Torremocha Martín
“Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”, afirmó Gustavo Petro durante su investidura como presidente. En una posesión cargada de simbolismo, fue la senadora María José Pizarro quien le puso la banda, adornada con una paloma de la paz que adhirió el presidente del Congreso, Roy Barreras.
“Juro Dios y al pueblo cumplir fielmente con la Constitución y las leyes de Colombia. También juro ante mis ancestros y ancestras hasta que la dignidad se haga costumbre”, expresó Francia Márquez en el acto que le sitúa como segunda al mando, y previo al ordenamiento que realizó Petro de traer a la posesión la espada de Bolívar.
El flamante presidente se dirigió al país en su esperado discurso ante una concurrida y alborotada Plaza de Bolívar en Bogotá. Siempre con el hilo conductor de la ruptura y por el comienzo de “la segunda oportunidad” para las gentes en Colombia y el exterior. “Si pudimos, podremos”, aseveró. Plantó como novedades principales frente a anteriores discursos presidenciales su rechazo a la estrategia bautizada como ‘guerra contra las drogas’, así como la denuncia contra la desigualdad que hace que en Colombia el 10 por ciento de la población tenga el 70 por ciento de la riqueza del país. Prometió una reforma tributaria que genere justicia social, y trazar el plan de soberanía alimentaria para conseguir la erradicación del hambre.
Asumió 10 compromisos que se podrían sintetizar con las siguientes palabras: paz; bienestar social; feminizar la vida; diálogo; cercanía y transparencia; fin de las violencias; tolerancia cero con la corrupción; defensa del campo colombiano; y cumplimiento con la Constitución -destacando en su locución el artículo 1 [1].
Gustavo Petro encabezará la próxima administración, a la que llega como un intruso para los mismos que esa consideración le tenían cuando llegó a la Alcaldía de Bogotá. Al igual que entonces, con el apoyo de millones de votos populares que se rebelan contra la institucionalidad anterior. La misma que ha contado con el reconocimiento internacional a pesar de la violencia vinculada a las bandas criminales y cuerpos de seguridad del Estado, pero tolerada y perpetrada por las élites y gobernantes de la anterior Colombia.
La victoria del Pacto Histórico del pasado 19 de junio terminó con la anomalía de que en Colombia no pudiera ganar las presidenciales una opción progresista con base de izquierda. Caló el mensaje de cambio con el que la candidatura encabezada por Gustavo Petro se impuso en la segunda vuelta a Rodolfo Hernández, el designado por las derechas para el inmovilismo.
El amplio respaldo de más de 11 millones de votos disipó los fantasmas del posible fraude electoral, y sobre todo un temor: “El miedo a que nada cambie para que las nadies nos pongamos de pie”, consigna que ha patentado la vicepresidenta Francia Márquez [2].
Por ello las mieles del triunfo entre quienes se impusieron y su electorado todavía se saborean. Más tras la investidura presidencial. Cabe recordar que la izquierda en Colombia ha vivido en estado de excepción permanente al menos desde 1909, cuando se fundó la Unión Industrial Obrera.
Durante décadas se persiguió a quienes formaron parte de los movimientos contestatarios, porque aquellos que mantienen el statu quo se encargaron de borrar todo atisbo de rebeldía y con más saña… de revolución. Asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán cuando los conservadores tomaban a quienes integraban el movimiento del mártir como basiliscos demoniacos con cabeza comunista y cuerpo liberal.
Las elecciones de 19 de abril de 1970 fueron robadas a la ANAPO porque las élites consideraban que debía ganar Misael Pastrana. A mediados de los 80, narcotraficantes, paramilitares y fuerzas de seguridad del Estado idearon el exterminio de la Unión Patriótica. El siniestro saldo de crímenes mortales superó los 4.000 nombres. Algunos de los más célebres correspondieron a los de los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo. No le perdonaron hacer la paz a Carlos Pizarro, asesinado en 1990 porque podía encabezar el camino que hoy recorren Gustavo Petro y Francia Márquez.
Durante este año no ha habido una revuelta social y aún así no ha cesado la sangría: 108 personas defensoras de Derechos Humanos y 28 firmantes del proceso de paz han sido asesinadas en lo que va de año. Las masacres alcanzan la cifra de 53 [3]. Escrito de otra manera, desde que se firmó el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP cuatro personas defensoras de Derechos Humanos, y una firmante del acuerdo de paz han sido asesinadas semanalmente. Se produce una masacre cada siete días. Al cambio se pudo aspirar a costa de unas facturas que jamás se debieron emitir, ni pagar.
El próximo Gobierno llevará a cabo la hoja de ruta para la paz que elaboró la presidencia de Juan Manuel Santos, la que nunca quiso aplicar el uribismo, y que en su momento apoyó el último alcalde de izquierdas que ha tenido Bogotá. La voluntad del ELN de retomar las conversaciones con el presidente colombiano, y el respaldo público de Gustavo Petro al informe presentado por la Comisión de la Verdad forman parte de dicho compromiso. Refrendado por la propia trayectoria del cordobés, zipaquireño y garciamarquiano, cuya idea de transición ya expuso cuando pasó por Madrid meses antes de ser presidente electo [4].
Desde los escombros a la esperanza
Gustavo Petro ha tendido la mano a la exigua minoría privilegiada que ha privado de derechos a la mayoría del país. El nuevo ejecutivo ha realizado numerosos gestos para tratar de desactivar a las insaciables élites, las oligarquías, así como a las maquinarias de propaganda y guerra todavía activas en Colombia. De alguna manera, les ha situado frente a un nítido espejo. Algunas instantáneas como el relevo vicepresidencial [5], la reunión entre Uribe y Petro [6], y las designaciones del gabinete ministerial [7] anuncian un nuevo tiempo,.
La administración que viene será la primera realmente progresista de la historia de Colombia, también la de reconstrucción tras el continuado tsunami causado por la sucesión de políticas neoliberales desde hace más de tres décadas.
La pobreza en Colombia alcanza el 40 por ciento, la pobreza extrema se sitúa por encima del 19 por ciento con niveles superiores a la media de la región según la CEPAL. Veinte millones de personas malviven con menos de 90 dólares al mes en el país más desigual de América Latina junto a Brasil. El 50 por ciento de las personas empleadas tienen un trabajo informal, y en todos los índices las más golpeadas son las mujeres no blancas pertenecientes a los sectores rurales. El equivalente a toda la población de Cataluña aguanta hambre, 16 millones de personas no pueden permitirse más de dos comidas al día, y la desnutrición se ha cobrado 300 muertes en edades infantiles durante los últimos dos años.
Gustavo Petro siempre ha proyectado entre sus logros los resultados de la lucha contra el hambre cuando ejerció la función de alcalde de Bogotá. Durante su mandato, la pobreza multidimensional pasó de un 12 por ciento a menos de un 5 por ciento. Dándole la vuelta a los planteamientos del neoliberalismo, al demostrar que se puede reducir la pobreza y la desigualdad social realizando políticas públicas que además aumenten el mercado interno [8].
La política bautizada en campaña como “la de la vida”, basada en los pilares de paz, la justicia social, y ambiental es en definitiva la de la supervivencia. “Muchas tenemos claro que, así como hemos parido la vida, tenemos la responsabilidad de ayudar a parir la libertad para nuestro pueblo afrodescendiente, que históricamente ha sido violentado en sus derechos” [9], escribió Francia Márquez años antes de convertirse en el fenómeno político de Colombia.
Sin duda su figura simboliza el giro que puede dar su país para convertirse en vanguardia mundial del progresismo, y en la lucha por el medio ambiente. Cierto que todos los cambios se llevarán a cabo en los márgenes que permita el sistema neoliberal. A la gestión que haga en ese marco el primer Gobierno no neoliberal de los últimos 28 años deberá el ejecutivo su éxito o su fracaso.
Con todo, cambiar las comas, los puntos, y agregar algunas frases al nuevo relato que la nueva presidencia escriba… Serán pasos de gigantes. La participación política, y la gestión institucional sin duda variará dentro del mismo marco. No se terminará en este mandato con el modelo desarrollista, extractivista y depredador que explotan las multinacionales. Pero sí se cuestionará desde la presidencia y la vicepresidencia. No se pondrá fin a los sucesivos crímenes, pero los gobernantes nunca justificarán la violencia estatal.
“La fuerza del amor es la que permite las resistencias, la que permite sobrepasar los momentos más oscuros de la humanidad, cuando todo está casi perdido. Por eso el paradigma del amor, lo que llamo la política del amor, hace parte sustancial de la reproducción de la vida” [10]. Estas palabras dejó escritas Gustavo Petro cuando todas las encuestas le daban como próximo presidente del país. Hoy el reto para Suramérica y el mundo es que Colombia sea potencia mundial de la vida hasta que la dignidad se haga costumbre.
NOTAS:
(1) Artículo 1:“Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.
(2) https://www.youtube.com/watch?v=oVtpqhWYv48
(3) https://indepaz.org.co/
(4) https://youtu.be/TNfG_ObthMU?t=8573
(5) https://www.publico.es/tremending/2022/06/26/el-cambio-en-colombia-en-una-imagen-la-escena-de-
francia-marquez-saludando-al-servicio-en-la-transicion-con-la-vicepresidenta-saliente/
(6) https://www.portafolio.co/economia/gobierno/reunion-alvaro-uribe-y-gustavo-petro-que-se-hablo-567607
(7) https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/gustavo-petro-asi-va-el-gabinete-de-ministros-del-presidente-
electo-692941
(8) Petro, Gustavo (2021). Una vida, muchas vidas. Editorial Planeta Colombiana. Págs. 280-282.
[9] Gruner, S. (Ed.). (2016). Des/dibujando el pais/aje: aportes para la paz con los pueblos afrodescendientes
e indígenas: territorio, autonomía y buen vivir. Ediciones Poder Negro. P.142.
10] Petro, Gustavo (2021). Una vida, muchas vidas. Editorial Planeta Colombiana. P. 338.
Publicado en Nueva Tribuna.