La restauración
Yamani Eddoghmi
En el panorama político español empezamos, de nuevo, a ver dinámicas que creíamos haber dejado atrás. Desde la aparición de lo que en su momento se llamó la nueva política, parecía que habíamos entrado en una nueva lógica, de repente los dos grandes partidos, que han gobernado este país durante las últimas décadas, empezaron a sentir pánico por la factura que su propia historia les podía hacer pagar. Los aliados políticos periféricos, comenzaron a dar señales de agotamiento, pero no solo eso, la propia arquitectura política basada en el nacionalismo mayor (PSOE y PP) y nacionalismos menores (CIU y PNV), empezó a dar señales de caducidad y debilitamiento preocupantes.
El referéndum del 1 de octubre de 2017 y la posterior Declaración de Independencia Unilateral de Cataluña (la DUI), aunque suspendida de manera inmediata por el president Carles Puigdemont, puso el sistema político español patas arriba y obligó a que toda la estructura y sus actores a actuar a resituarse. Aunque, de momento, la situación aparentemente ha cambiado, sin embargo, tenemos que esperar a ver qué nos deparan las elecciones vascas y las catalanas.
Incluso, en aquellas regiones donde los dos grandes partidos nacionales (PSOE y PP) habían podido suplantar el papel de un posible regionalismo contestatario: Galicia, Valencia, las Islas Baleares y Navarra, el sistema empezó a mostrar grietas patentes, en todas ellas comienzan a surgir partidos, que aunque a la fecha no han logrado cuotas de poder importantes, sin duda la tendencia, al menos en algunos casos, por ejemplo Galicia, debe preocupar bastante en los cuarteles generales de los dos grandes partidos y en los despachos de los grandes poderes patrios.
Cierto es que, el debilitamiento de lo que en su momento se llamó la nueva política, la desaparición de Ciudadanos, el surgimiento de Vox no parece que está dando los frutos deseados; el más que aparente agotamiento de Podemos y con él todo el espacio confederal, a día de hoy, no se espera que Sumar vaya a poder articular dicho espacio; ha dado un respiro y un tiempo valiosos para que los dos grandes partidos y con ellos el Bloque Histórico de Poder puedan articular y recuperar esos márgenes de acción política y que en su momento, los dos partidos arriba mencionados, pudieron aprovechar para cimentar alternativas políticas que, por un lado daban la sensación de viabilidad y por otro trasladaban a una mayoría social más que respetable el imaginario del agotamiento de lo que se vino a llamar el Régimen del 78. Pero ojo, todo indica que, tanto el PP como el PSOE, consideran el juego aún no ha terminado aún, ambos aún no se ha recuperado del todo y no se sienten cómodos del todo, los artífices del régimen consideran que el trabajo aún no está finalizado y que no les conviene relajarse.
De pronto es, interesante analizar la agresividad que no pasa de lo discursivo entre PP y PSOE. Una agresividad, a veces, llevada al esperpénto. Es revelador, el cambio de roles entre ambos partidos. No es baladí que el PSOE en las elecciones generales del 23J, basara toda su estrategia electoral en la desaparición de ETA, sacando a José Luis Rodríguez Zapatero de su retiro político, ahora es él quien saca a relucir el papel de ETA, y nada más ni nada menos que en el País Vasco.
Es esclarecedor, la virulencia con la que ambos se tiran los trastos a la cabeza a propósito de la corrupción de cada uno de ellos. Tema que había casi desaparecido del panorama político y mediático español durante al menos el último lustro, por lo menos ya no era el tema principal. La pregunta es ¿por qué ahora? La cuestión a mi juicio tiene que ver con lo siguiente: en primer lugar, tanto el PP como el PSOE, han comprobado que ya no les pasa factura, ambos partidos consideran que el daño electoral que les puede acarrear es mínimo, ello se debe principalmente a que ya no hay actores lo suficientemente fuertes para poder capitalizar el malestar del electorado. En segundo lugar, se persigue un efecto psicológico perverso, la idea es crear la sensación de impunidad y por lo tanto de resignación. Lo que se pretende es, nada menos que la desactivación de aquel electorado crítico y por lo tanto el desencanto de la política en general. El tercer elemento es, lograr instalar la idea de que tras el 15M y el posterior surgimiento de la nueva política (especialmente Podemos y Ciudadanos) y el potencial cambio de ciclo político que representaron, todo ello se quede en mero experimento caprichoso y porque no decirlo infantil, de tal modo que a la hora de la verdad solo quedan ellos para gestionar ese desastre que dejaron detrás de sí y que ya toca volver la “normalidad institucional”.
En definitiva lo que se pretende es volver a esa democracia puramente electoral y procedimental. El ejemplo de ello, es que en los temas cruciales, los mal llamados de Estado, como el aumento del gasto militar, la privatización, los negocios, los excesos de la monarquía, la reforma pactada de la ley del solo sí es sí, etc. Ni Pedro Sánchez ni Alberto Núñez Feijoo se diferencian en lo esencial. En definitiva lo que se nos pretende trasladar es bienvenidos al régimen de nuevo, no tenemos nada que hacer y que solo ellos saben hacer política. Al resto nos toca volver al rincón de pensar y lamentar nuestra suerte en silencio y con resignación.