Julian Assange como faro y objetivo

Quien simboliza la libertad de prensa occidental se mostraba el pasado martes ante las cámaras. Lo hacía más de 1.900 días después de ingresar en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, a la que llegó después que violaran todos sus derechos y tras siete años de encierro en la Embajada de Ecuador de Londres.
El hecho que el Departamento de Justicia de los EEUU haya alcanzado un acuerdo con Julian Assange demuestra que el fundador de Wikileaks no ha sido doblegado. No olvidemos que el país norteamericano tiene como uno de los pilares de la democracia liberal que dice proyectar…. la libertad de prensa. Encarcelar a un editor por difundir los crímenes de guerra que cometen los EEUU y sus aliados resulta insostenible para la arcadia feliz que dice ser el gigante del norte: faro occidental de las democracias liberales del mundo.

“La libertad de Julian es nuestra libertad”, ha afirmado Stella Assange. Pocas frases definen mejor lo que sigue en juego. La lucha por la dignidad de su marido va mucho más allá de los tratos degradantes que las autoridades estatales dieron al australiano. La pelea mundial contra su persecución primero y posteriormente por su excarcelación ha otorgado a Assange el estatus que jamás debió perder.

La dignidad se ha impuesto gracias la lucha colectiva de las personas que han defendido la libertad de prensa apoyando desde sus posibilidades al símbolo australiano. Pues Wikileaks exhibió ante el planeta aquello que las poblaciones de la parte del mundo que se autodenomina civilizado, libre y rico no quiere ver: los ametrallamientos a civiles por parte de tropas norteamericanas a conciencia, el asesinato  del fotógrafo Namir Noor-Eldeen, las ejecuciones extrajudiciales de Iraq, las torturas  realizadas por efectivos del principal país de la OTAN en Abu Graib, Bucca y Guantánamo. Hechos gravísimos que ponen en evidencia las fábulas del mundo libre, por supuesto situado en occidente.

Sólo una parte mínima de todos los abusos ocultos que cometieron las tropas estadounidenses y sus aliados en Iraq basta para desmontar el relato que construyen los integrantes de la Alianza Atlántica en el orden mundial.  Por eso se ensañaron contra la verdad y contra Assange.

Se debe reconocer y poner valor lo conseguido por parte de las personas defensoras de la causa común que abandera el fundador de Wikileaks.
Pero no hay que llevarse al engaño. Por grande que resulte la victoria… no ha sido más que parcial. Queda claro que quienes denuncian los crímenes de lesa humanidad de los países con la patente de la democracia liberal saben a lo que se exponen. Seguramente pocas personas resultan tan fuertes como Assange para sobrevivir. Todo ello es un claro aviso a quienes creen en la libertad de información y los derechos humanos: revelar los asesinatos y torturas de las ocupaciones llevadas a cabo por los países que integran la OTAN pueden costarle a quiene se atreva a hacerlo cargar con la acusación de 18 delitos por violar la Ley de Espionaje de EEUU aunque no sea ciudadano de este país. O lo que es lo mismo: la persecución hasta ingresar en la cárcel para nunca salir de ella. La resolución del caso Assange como la situación que padece Pablo González dejan claro que legalmente se puede  señalar como espías a quienes ejercen el periodismo por el mero hecho de hacer pública una información de interés general que hayan recibido fruto de una filtración, y que dicho material sea clasificado. La pena recibida por el fundador de Wikileaks después de la negociación sólo certifica que era inocente aun siendo declarado culpable, algo a todos los efectos inaceptable.

Prisión, asesinato o silencio

Una no probada acusación de espionaje mantiene en prisión preventiva al periodista  Pablo González. No se conocen los detalles que justifica este atropello ante el que el Gobierno español y los medios con mayor audiencia de este país permanecen indolentes. No les importa la opacidad del caso, ni el estado de semicomunicación en el que se hallará González de momento hasta el 16 de agosto. Poner luz sobre los espacios oscuros de las fronteras en guerra trae consecuencias graves para los profesionales de la información, además del silencio de los otros.

Informar sobre el genocidio desde el territorio ocupado de Gaza le ha costado la vida a más de 147 profesionales de la información. Reporteros Sin Fronteras cifró el número de periodistas asesinados en 45 durante 2023. Plumas, lentes, voces sesgadas para tratar de blanquear las masacres sionistas. Cabe apuntar que de 10 asesinatos de profesionales de la información que se producen en el mundo siete se ejecutan en Gaza. Sin duda el derecho a la información veraz y la libertad de expresión se halla en horas bajas aunque siga resultando imprescindible. 

Tal vez el caso Assange resulte el mejor termómetro para determinar el punto exacto en el que nos hallamos. Cuando pase la celebración de haber evitado el castigo mayor del editor, toca volver a evaluar para volver a ilusionarse -retomando a García Márquez- con el periodismo, «el mejor oficio del mundo».

Más allá de la responsabilidad de las y los profesionales, resulta deber de la ciudadanía ser exigente y crítica con los medios que sigue. Saber cómo y quién los financian, indagar si cuentan la verdad – concepto que no es abstracto en el periodismo – y aunque no se quiera hojear cabeceras de una línea editorial contraria, al menos mantener la exigencia con lo que habitualmente se visiona, escucha y lee. Apoyar el derecho a una información veraz también exige el esfuerzo de asociarse a medios que aunque se equivoquen por norma realizan bien su trabajo. Entre otras cosas porque la difusión de las fake news se divulga como la pólvora por la aparición de nuevos perfiles, influencers, youtubers e instagramers tierraplanistas aunque no cuestionen que el planeta es esférico. La irresponsabilidad de quienes promueven bulos contrarios a la vida se combate con la verdad.

El entretenimiento y espectáculo, por otra parte muy necesarios, no deben servir para tolerar los bulos ni los ataques aunque los dueños del micrófono no hagan parte del gremio de la información. Una ciudadanía alerta e informada nunca tolerará a quienes no le interese la verdad porque dejará de salir rentable,  ni normalizará los mensajes de odio y la estupidez nada inocente. 

Celebremos la excarcelación de Assange, brindemos por el derecho la información y la libertad, sorteemos los árboles que nos impiden ver el bosque para que la buena noticia de ayer sirva como punto de inflexión del mañana.

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