Las primaveras democráticas pasadas y las que vendrán
El caldo de cultivo frente a la desesperanza.
J.L. Torremocha Martín
“Somos sindicatos, familias, estudiantes, profesores, veteranos y personas que responden con rapidez, así como desempleados y subempleados. Somos de todas las razas y credos. Somos la mayoría, el 99 por ciento [de la población]. Y no permaneceremos callados más tiempo. Como miembros de la mayoría, ocupamos Wall Street como un acto simbólico, que expresa nuestro descontento con el clima económico y político en que vivimos y como muestra de que un mundo mejor puede surgir”, manifestantes en 2011 [1].
Transformar el miedo en indignación para tomar la ruta que va con dirección y sentido a la esperanza [2]. Vencer el bloqueo, unirse, dejar atrás la sensación paralizante, beneficiosa para los poderes, contagiosa por los mecanismos de la disuasión e intimidación. Enfrentarse a la violencia institucional que se ejerce con mayor, menor o ninguna legitimidad [3].
A finales de 2010 tuvo lugar en Agdaym Izik una acampada ciudadana que sorprendió al régimen marroquí, pero a la que puso fin un mes después de manera violenta. Las fuerzas represoras desalojaron a quienes impulsaron la iniciativa, pero no apagaron los focos. Al Yazira fue la primera televisión en difundir los hechos, siguieron su estela otros canales de la región, así como los medios occidentales [4]. Hubo otros antecedentes a las sucesivas tomas de plazas en los países mediterráneos que se produjeron los meses venideros. Cientos de miles superaron los temores que llenan a la inmensa mayoría para abrazar el compromiso social, y acompañar junto a otras comunidades al enfrentamiento contra las élites. Por supuesto, que aguantando la violencia. Pero sin miedo.
«El 15-M fue el estallido más contundente en la Europa occidental hace 10 años, y sirvió de inspiración a la acampada de Occupy Wall Street, y la posterior movilización mundial del 15-O«
En 2013 se produjeron levantamientos en Estambul, Hong Kong, Brasil, Bucarest y Sofía. “Y’en a marre” (¡Estamos hartos!) fue el grito de las protestas en Senegal, las movilizaciones causaron el cese de la presidente surcoreana, y la población polaca clamó por la independencia judicial frente a los abusos de su gobierno.
Diez años después, el saldo de todo aquello resulta confuso. Bajo el parámetro del impacto institucional o de los resultados electorales, los objetivos de quienes tomaron las plazas no se cumplieron. Un análisis no basado en el cortoplacismo puede tomar el ejemplo del movimiento feminista, protagonista del siglo actual: los resultados no se pueden medir con estas concreciones y van mucho más allá de leyes, pues se trata de cambiar la subjetividad y el comportamiento en la vida cotidiana, la esfera profesional y el espacio público [7].
En esta línea cabe recordar que las elecciones francesas celebradas tras el mayo del 68, otorgaron una amplia victoria de la derecha. ¿Opacó la profunda transformación que consiguió el movimiento a nivel mundial? Evidentemente no [8].
Las indigestiones de las élites
La interpretación liberal de las democracias en clave positiva tiene cada vez más difícil digestión. Predomina su defensa como mal menor, y no como un sistema político bajo el que se ganan libertades, progresa económicamente, y se democratizan las posibilidades de hacerse rico y propietario. De ahí sus reflujos y contradicciones expuestas hace una década. La noción de democracia liberal quedó desnuda, con algunos mantos se la tapó, y hoy sobran los motivos para volver a tomar las plazas por las mismas causas que hace una década.
En este interregno, continúa la crisis de la legitimidad de las instituciones y administraciones. Tras las crisis financieras de principios de siglo, la ciudadanía percibió que sus gobiernos rendían cuentas sobre todo ante las agencias de calificación de la deuda, y que la UE no tenía reparos en imponer recortes a los países del sur, hacer claudicar a gobiernos como el de Grecia, o imponer presidentes como sucedió en Italia con Berlusconi. Pura plutocracia o Democracia de Mercado SA [9].
Tal vez los poderes se pasaron de frenada, o experimentaron hasta dónde podían llegar. Generalmente la tortura física es menos eficaz que la manipulación mental [10], hoy los brazos ejecutores de la crisis de entonces siguen insertos en un sistema en crisis, pero aumentando su dominio, control y beneficios.
Por supuesto el Estado es una de las piezas principales para que el engranaje siga en marcha y favorezca las conexiones entre las redes financieras globales y redes multimedia, así como la interconexión con las redes políticas, las redes de producción cultural, y la red de seguridad [11].
Aunque en ese sistema a priori tan sofisticado y robótico, dirigido por humanos, resulta impreciso, y tiene sus contestaciones. El 15-M fue el estallido más contundente en la Europa occidental hace 10 años, y sirvió de inspiración a la acampada de Occupy Wall Street, y la posterior movilización mundial del 15-O [12].
Fue la continuidad de otros procesos que se dieron en Lacandona, Seattle, el movimiento antiglobalización, o el Foro de Porto Alegre [13]. El 15-M siguió la senda de la búsqueda del relevo de la lucha contra la hegemonía neoliberal por parte de un grupo fundamentalmente joven que tomaba como referencias a pensadores como Hessel y Sampedro.
“El motivo principal de la Resistencia era la indignación. Nosotros, veteranos de los movimientos de resistencia y de las fuerzas combatientes de la Francia libre, llamamos a las jóvenes generaciones a vivir y transmitir la herencia de la Resistencia y de sus ideales. Nosotros les decimos: tomad el relevo, ¡indignaos! (…) Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos”, escribió Stéphane Hessel [14].
Democracia como exigencia y solución
La indignación de entonces estaba ligada a la impugnación del sistema de participación social y en las organizaciones que participan en el mismo, calificadas como incapaces [15]. “No somos mercancía en manos de los políticos”, o «no se respetan nuestros derechos” fueron consignas que reflejaron ese sentir [16].
La reivindicación de otro modelo de democracia, más próxima a la directa y alejada de la delegación, atraganta a quienes a pies juntillas leen el guion de la democracia liberal. Las propuestas de implementar mecanismos que faciliten la destitución de los representantes en todo momento… desmonta su relato. El principio de delegación resulta un instrumento del poder oligárquico, algo difícilmente rebatible para quienes toman el liberalismo en sus distintas versiones como religión [17].
«Las primaveras democráticas hallaron su correspondiente respuesta por parte de los sectores más conservadores y de ultraderecha, de los movimientos de supremacismo blanco de los EEUU, del nacionalismo británico«
Una democracia participativa que tenga el poder de decisión efectivo bajo unas condiciones de igualdad, inclusividad y en unos procesos comunicativos que se basen en la potencialidad de los nuevos argumentos, superadores de las preferencias individuales y enfocadas al bienestar público [18] pone en cuestión la identidad personal y colectiva vivida con anterioridad, así como abre la posibilidad de reconstruirla y transformarla [19]. La cultura cívica y el pacifismo formaron parte de esa identidad que se construía [20] en las primaveras democráticas de hace una década. Aparecieron nuevos actores que no se configuraron siguiendo recetas o manuales, sino a través de la reflexión, el debate y sobre todo la praxis [21]. No fue casualidad que quienes acamparon en Madrid coincidieran en el mismo tiempo con otras tomas de plazas que se produjeron en el continente donde se forjó el orden social moderno hace más de 200 años [22].
Horizonte de esperanza, ocaso, o viceversa
Las personas más pesimistas en el análisis de estos hechos suelen recurrir a la “retórica intransigente” de Hirschman [23]: el riesgo, la inutilidad de la acción y los efectos perversos de la misma. La imposición en el relato de que el riesgo de perder lo poco que se tiene ante la escasa posibilidad del cambio llama a la inactividad. Más cuando no se percibe de manera inmediata.
Por contra, quienes creen que todavía hay un caldo de cultivo para darle la vuelta al calcetín, piensan que frente a esa retórica intransigente en España se levantó la “retórica de la movilización que simbolizaron consignas como el “sí se puede” [24]. Y que se puede volver a levantar. Siempre está la incógnita de hasta qué punto impactan los movimientos: si son capaz de cambiar las instituciones, o son estas últimas las que pueden cambiarlos a ellos. Uno de los peligros de los movimientos sociales es su burocratización y que prevalezca el objetivo de la supervivencia organizativa, por encima de las metas colectivas [25].
Resulta importante recordar que las primaveras democráticas hallaron su correspondiente respuesta por parte de los sectores más conservadores y de ultraderecha, de los movimientos de supremacismo blanco de los EEUU, del nacionalismo británico que primero impulsó el Brexit y luego a Boris Johnson; o de los gobiernos húngaro y polaco. También irrumpió la ultraderecha sin complejos en España, con Vox condicionando políticas y gobiernos sobre todo en la política local y regional.
A los monstruos ajenos y propios hoy se le suma que el capitalismo ve la crisis ecológica como una oportunidad, bajo la premisa que una reserva de “bienes comunes naturales” puede servir para continuar con su expansión. Dicha preservación según esa norma no da una salida a la crisis ecológica, ni frena la amenaza de extinción de la humanidad, ni resulta viable en el orden actual [26].
Rescatar las hojas de ruta de la Comuna de París, del Mayo del 68, del movimiento antiglobalización, del zapatista, de las primaveras democráticas, del movimiento mundial de salvación del planeta, así como feminizar la política: forman parte de esa amalgama de esencias que hay que constantemente destapar y dar forma si se quiere aspirar a la supervivencia.
La política debe construir comunidad, apostar por fortalecer los vínculos para un relato común, con rostro humano y capaz de asumir la dependencia mutua. Rejuvenecerse y feminizarse [27]. Superar los manuales de salvación neoliberal, que abogan abiertamente por empobrecer a las poblaciones precarias y aumentar la riqueza de las minorías que ya eran adineradas antes de las crisis conocidas en este siglo [28].
Más en plena pandemia de la Covid-19 cuando las vías para una cooperación se obturan, y la idea de un destino común de la humanidad no logra imponerse, y se sobrevive con la tragedia de lo no-común [29]. Los seres humanos cada vez son más conscientes del peligro de extinción en el que se hallan. También de la oposición de los grupos económicos, sociales y castas económicas que no ceden sus privilegios.
Las luchas de la última década tienen los vínculos de reivindicación de Lo Común, y búsquedas colectivas de formas democráticas nuevas [30]. Cuando la propiedad privada además de perpetuar la desigualdad, va en contra de la supervivencia: reivindicar una democracia radical es el primer escalón que subir. Más cuando el tiempo se agota.
NOTAS:
[1] El País, 3-10-2011
[2] Castells, Manuel. Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Madrid: Alianza Editorial, 2012
[3] Castells, Manuel. Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Madrid: Alianza Editorial, 2012
[4] Gil Calvo, Enrique. “Dramatizar la agenda. La construcción performativa del antagonismo”. Actores y demandas en España: análisis de un inicio de siglo convulso / coord. por María Luz Morán Calvo Sotelo, 2013. P. 210
[5] https://www.publico.es/politica/15-o-indignacion-sol-contagia.html
[6] http://content.time.com/time/magazine/0,9263,7601111226,00.html
[7] Pleyers, G., & Álvarez-Benavides, A. (2017). La producción de la sociedad a través de los movimientos sociales. Revista Española De Sociología, 28. p.142
[8] Pleyers, G., & Álvarez-Benavides, A. (2017). La producción de la sociedad a través de los movimientos sociales. Revista Española De Sociología, 28. p.143
[9] Gil Calvo, Enrique. “Dramatizar la agenda. La construcción performativa del antagonismo”. Actores y demandas en España: análisis de un inicio de siglo convulso / coord. por María Luz Morán Calvo Sotelo, 2013. p.218
[10] Castells, Manuel. Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Madrid: Alianza Editorial. 2012
[11] Castells, Manuel. Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Madrid: Alianza Editorial. 2012
[12] Gil Calvo, Enrique. “Dramatizar la agenda. La construcción performativa del antagonismo”. Actores y demandas en España: análisis de un inicio de siglo convulso / coord. por María Luz Morán Calvo Sotelo, 2013. p.215
[13] Della Porta, D.; Diani.M (2011). Los Movimientos Sociales. Centro de Investigaciones Sociológicas y Editorial Complutense. P.287
[14] Hessel, Stéphane (2011), ¡Indignaos! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica. Destino. Madrid.
[15] Enrique Laraña y Rubén Díez. Revista Española del Tercer Sector no20, enero-abril 2012 Madrid p. 110
[16]Enrique Laraña y Rubén Díez. Revista Española del Tercer Sector no20, enero-abril 2012 Madrid (pp 105-144)
[17] Della Porta, D.; Diani.M (2011). Los Movimientos Sociales. Centro de Investigaciones Sociológicas y Editorial Complutense. p. 303
[18] Della Porta, D.; Diani.M (2011). Los Movimientos Sociales. Centro de Investigaciones Sociológicas y Editorial Complutense. págs.304-305
[19] Gil Calvo, Enrique. “Dramatizar la agenda. La construcción performativa del antagonismo”. Actores y demandas en España: análisis de un inicio de siglo convulso / coord. por María Luz Morán Calvo Sotelo, 2013. p.222
[20] Enrique Laraña y Rubén Díez. Revista Española del Tercer Sector no20, enero-abril 2012. Madrid. P.115
[21] Ezquerra, Sandra. “Nuevos horizontes del 15-M: hacia una perspectiva estratégica”. ¡Ocupemos el mundo! Eds.Joseba Fernández González, Carlos Sevilla Alonso y Miguel Urbán. Editorial Icaria. 2012. p. 42.
[22] Enrique Laraña y Rubén Díez. Revista Española del Tercer Sector no20, enero-abril 2012. Madrid (pp 105-144). P.138
[23] Hirschman, A. (1991), Retóricas de la intransigencia, Fondo de Cultura Económica. México D. F.
[24] Subirats, J. (2015). Todo se mueve. Acción colectiva, acción conectiva. Movimientos, partidos e instituciones. Revista Española De Sociología, (24). P.127
[25] Della Porta, D.; Diani.M (2011). Los Movimientos Sociales. Centro de Investigaciones Sociológicas y Editorial Complutense. P.288
[26] Laval, Christian y Dardot, Pierre. Común, Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Gedisa 2015. págs. 17-18
[27]R. Palop, María Eugenia. Revolución feminista y políticas de lo Común frente a la extrema derecha. Editorial Icaria. 2019. págs. 56-57.
[28] Žižek, Slavoj. “Ladrones del mundo, uníos”. ¡Ocupemos el mundo! Eds. Joseba Fernández González, Carlos Sevilla Alonso y Miguel Urbán Crespo. Editorial Icaria. 2012. p.200.
[29] Laval, Christian y Dardot, Pierre, Común, Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Gedisa 2015. P.18
[30] Laval, Christian y Dardot, Pierre, Común, Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Gedisa 2015. P.24
Publicado en Nueva Tribuna.