Principio permanente de incertidumbre
Vivienda, empleo y renta. Los pilares para percibir certidumbre dentro del orden actual resultan menguantes, frágiles y movedizos desde hace décadas para la mayoría y en todos los mundos. Ni en el planeta empobrecido, ni en el norte global se libran poblaciones enteras de no poder imaginar el futuro por los vaivenes del presente. El mercado ha trazado una línea divisoria entre rentistas e inquilinos. Herederos, fondos, bancos, administraciones e inmobiliarias niegan a millones de personas el derecho a la vivienda por hacer de ésta un negocio.
El empleo formal e informal no garantiza salir de la precariedad y miseria porque buena parte de la renta se destina a vivir bajo un techo. Pues tener desempeño no evita ser pobre laboral o servir de carne desahucio para los buitres.
A estos problemas, quienes habitan las regiones empobrecidas y saqueadas les suman la inseguridad alimentaria y la delincuencia como preocupaciones principales. El único mundo que existe ha globalizado el feminicidio mientras crece la amenaza de extinción de los seres humanos, sucede el genocidio sionista en Palestina y se aprueba el Pacto Migratorio europeo.
Llegado a este punto los seres humanos del hoy viven en la incertidumbre de los tiempos donde habita hijo del padre del mono que sobrevivió al siglo anterior, como recitó Sabina en Eclipse de Mar. Las permanentes violaciones de derechos humanos cuando se toman embajadas y lanzan misiles a consulados certifican la barbarie.
La falta de confianza en el presente indudablemente genera segregación cuando se trata de las cosas del comer, ya que cómo se aborde la incertidumbre depende de las redes que tengamos. Jorge Dioni López aporta numerosos ejemplos de ello en su libro La España de las Piscinas. No basta con salir del ahogo de la hipoteca o del alquiler agarrándose a la esperanza de encontrar una buena opción consultando a especuladoras inmobiliarias e indagando en páginas web del sector. Si la salvación depende del Gobierno más progresista de la historia de España, actualizar el 3% el IPREM y poner fin del visado de Oro no alcanzan a servir ni de paños calientes aunque el Ejecutivo logre prometedores titulares.
Ante la pauperización de los estados y sociedades del bienestar que nunca fueron, las soluciones no llegarán para la mayoría con meros intentos individuales de sacarse una plaza pública con el fin de conseguir la estabilidad en el caso más honrado y decente, o en vivir de lo público por hacer carrera en el partido que ha hecho de la Comunidad de Madrid la punta de lanza del neoliberalismo a la española. Ese sueño ibérico de la derecha en el que poder pagarse un seguro privado evita las colas en los ambulatorios y sirve de salvoconducto para no morir en el desamparo absoluto al final de la vida.
Las personas doctas en historia y antropología nos recuerdan que en las profundidades las aguas son lentas, apunta Irene Vallejo en El Infinito en un junco. Y ya casi sin tiempo sólo queda activar el accionar colectivo para la supervivencia y proyección de un porvenir donde como canta Ismael Serrano los cañones se oxiden.
