Una predicción arriesgada y nefasta
Yamani Eddoghmi/ Foto: Hiroshima Peace Memorial Museum
¿Estamos caminando hacia una guerra global y abierta? Mi respuesta… A no ser que lo evitemos, absolutamente sí. Vivimos en un mundo completamente inestable y desvalijado. Cada vez que ponemos las noticias nos asaltan informaciones trágicas, la muerte y las guerras están por todas partes. La industrialización de la muerte se ha vuelto tan normal que ya ni nos conmueve. Hemos naturalizado el asesinato, el genocidio y el drama humano, el cual se ha tornado absolutamente parte consustancial a nuestra cotidianidad.
Los más ricos se han quitado las máscaras, ya no tienen pudor en posicionarse descaradamente, llegado el momento defenderán sin rubor sus intereses en contra de la mismísima humanidad. Contemplen los hombres más adinerados del planeta y sus posicionamientos políticos, ya no cesan en opinar desvergonzadamente sobre procesos que en apariencia no deberían importarles, al menos eso creemos la mayoría de los mortales.
Observen por ejemplo como en nuestro entorno inmediato, aquí mismo en España, y comparémonos con épocas pasadas. En Italia antes que el fascismo liderado por Benito Mussolini se hiciera con el poder mandó miles de sus milicias más nefastas – los arditi – al campo para defender a los terratenientes contra los ‘malvados’ sindicalistas y obreros del campo.
Qué nos encontramos hoy en España, supuestas empresas que se dedican a defender los pobres dueños de casas contra los malvados okupas comunistas. Lo mismo que en el caso italiano, estas ‘empresas’ gozan de una tolerancia cuanto menos sospechosa por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Recuerden que hace apenas unos días saltó a la palestra pública que uno de los sindicatos mayoritarios de la Policía Nacional había firmado un convenio de formación con Desokupa, la más conocida entre esas supuestas empresas cuyo dueño es declaradamente afín a ideologías ultraderechista. ¿No ven paralelismos más que evidentes?
Observen los medios de comunicación, todas las grandes plataformas mediáticas han llegado a un acuerdo implícito de que el único enemigo a batir es la izquierda, el marco ya no es de mofa o burla. No estamos ante un relato en el cual la izquierda es presentada como ideología infantil, poco apegada a la realidad, ingenua, etc. Nada de eso, el marco ha cambiado drásticamente, esa izquierda ingenua ahora es potenciada y llevada a la palestra pública como una izquierda buena a la que hay que dar espacio y proteger. Mientras que la verdadera izquierda es presentada como un verdadero monstruo, un demonio que hay que combatir por todos los medios, legitimando así cualquier forma de acabar con ella, no importa el modo, lo relevante es el objetivo: el fin justifica los medios.
Objetiva y honestamente, en qué nos afectan a usted y a mí como trabajadores no venezolanos las elecciones de Venezuela. Qué cambiaría en nuestras vidas diarias si gobierna el chavismo o la oposición. Absolutamente en nada. Los verdaderos ganadores no seríamos ni usted ni yo, los beneficiarios son los poderosos, ergo por qué la política venezolana se ha convertido en un asunto interior de casi todos los países del mundo. La respuesta a mi juicio tiene que ver con la domesticación, cualquiera que se atreva a pensar en dirigir su país fuera de los resortes del poder establecido debe pensar que estará condenado. Eso es establecer un límite y un ejemplo de que la soberanía se paga cara.
Vayamos a otro nivel y hagamos un ejercicio mental sencillo; históricamente siempre que hubo dos imperios o más acabaron enfrentándose en una guerra para dirimir quien debe prevalecer. A diferencia de las Ciudades Estado y los estados-nacionales, cuyo ejercicio del poder es intensivo y hacia dentro; los imperios ejercen un poder extensivo y hacia fuera. Ojo, eso no quiere decir que no pueda haber similitudes entre ambos casos, los tres casos ejercen poder autoritario y tienden a concentrar la mayor cantidad posible del mismo. La característica y la diferencia principal es que mientras que los dos primeros aspiran a concentrar su poder sobre un territorio más o menos definido, el tercero se caracteriza por su aspiración expansionista.
Alguien puede pensar, ingenuamente, que existen casos en que Ciudades-Estado y estados-nacionales ejercieron el poder expansivo; efectivamente, la historia está plagada de ejemplos. Sin ir más lejos Roma en el momento en que empezó a expandirse y anexionarse territorios que no le pertenecían, dejó de ser Ciudad-Estado y se convirtió en un imperio. Otro ejemplo mucho más cercano de nuestro tiempo lo encontramos en Europa, cuando los estados del viejo continente comenzaron a expandirse, todo ese periodo pasó a denominarse: imperialismo europeo. El primer caso acabó en las Guerras Púnicas contra Cartago y el segundo se materializó en la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Sin duda hay muchos más ejemplos: el Califato contra Bizancio un choque que acabó en la batalla del Yarmuk; la contienda entre Imperio Sacro Romano y el Imperio Otomano se dirimió en la batalla de Viena, el imperio mogol y el imperio chino terminaron enfrentándose a sangre y fuego en la batalla Xiangyang, etc.
Los ejemplos que acabamos de esgrimir no son los únicos y mucho menos las batallas. La competición entre dichos imperios acabó en guerras prolongadas. La conclusión obvia es que siempre que hay dos poderes caracterizados por el expansionismo, necesariamente la contienda se tiene que dirimir en una guerra.
Tras lo dicho, ¿en qué situación nos encontramos hoy? Vivimos en un mundo como ya he señalado extremadamente inestable. La guerra forma parte de nuestro día a día. Pero lo más relevante es que habitamos un mundo con dos imperios claramente enfrentados: China y Estados Unidos. El primero en auge y el segundo en decadencia. Si algo hemos aprendido es que los imperios se resisten a desaparecer. No logro imaginar una realidad en que EEUU vaya aceptar sin más ser sustituida por China. No concibo tampoco la idea de una realidad en que China vaya a aceptar someterse a EEUU sin siquiera revolverse.
Además en esta ocasión tenemos otra circunstancia añadida, estamos ante un mundo dividido entre el Sur Global y Occidente (el Norte global) con la contrariedad de que el primero se considera agraviado históricamente por el segundo. Hagan un pequeño esfuerzo y verán que varios países occidentales- especialmente los europeos- están siendo expulsados de sus antiguas zonas de influencia, sin ir más lejos Francia de la zona del Sahel.
Llegados a este punto no cabe pensar que existe una probabilidad más que razonable de que estos dos gigantes, con sus respectivos aliados y con el fin de dirimir definitivamente la contienda puedan llegar a enfrentarse en una batalla final. ¿No existe la posibilidad de que en aquellos focos de tensión, como pueden ser Taiwán, Oriente Próximo o África, la cuerda se tense tanto que la frágil Pax Americana acabe hecha añicos?
Cierto es que existe la tentación de pensar que al existir las armas nucleares tanto EEUU como China se lo pensarán dos veces antes de emprender una aventura de este tipo. Personalmente no me cabe duda de que en algún momento de la historia alguien pensó lo mismo de otras tecnologías bélicas. Quien sabe, quizá hace milenios cuando el ser humano logró juntar el estaño y el hierro creando así el acero, alguien bien pensado llegó a imaginar que si todo el mundo tenía acceso a la misma tecnología quizás todos sucumbirían al miedo de morir y de este modo no habrá guerras. Seguramente lleguemos a pensar en que comparar una espada o hacha con una bomba atómica es una falacia, piensen entonces en el terror que debió infundir una espada de acero en los hombres y mujeres de aquel tiempo. Humildemente no cabe pensar que la impresión que causa en nosotros hoy la bomba atómica, lo hicieron en su momento otras tecnologías armamentísticas por más que nos parezcan ahora una reliquia.
¿No cabe la posibilidad de que igual que en la antigüedad lo reyes y emperadores escuchaban a sus adivinos para emprender una guerra, algún genio o asesor o varios le puedan sugerir a algún presidente o comandante de tropas exaltado que se ha abierto una ventana de oportunidad que no debe ser desaprovechada?
Además una guerra global no quiere decir necesariamente el uso de las armas nucleares. No tenemos ya suficientes armas de destrucción masiva que pueden causar los mismos estragos que una bomba atómica. Piensen lo siguiente, si no caminamos hacia una guerra global abierta por qué el empeño de nuestros líderes, opinadores, mass media de convencernos de que debemos prepararnos para la guerra.
¿Por qué si el mundo camina hacia la paz todos los países sin excepción se han embarcado en una lucha febril por acumular el máximo posible de armas? Es más, ¿por qué vemos que países tradicionalmente neutrales corren a alinearse en un bando u otro? ¿Por qué entonces de repente se vuelve a recuperar el debate sobre el servicio militar? ¿Por qué Europa ha emprendido una marcha a contra reloj más que patente para aumentar su arsenal militar? ¿Es porque lo ha dicho Donald Trump? ¿Por qué la adquisición de los búnkeres se ha disparado un 400%? ¿Acaso no vemos las señales? Sé que es una predicción nefasta, nada me gustaría más que se quede en nada, la hago porque no quiero que se repita aquella trágica expresión: “Un millón de botas caminaron hacia la muerte y yo era el chico del tambor”. Escribo estas líneas para que nos pongamos manos a la obra para evitar aquello al que parece nos conducen gentes sin escrúpulos ni sentido de la humanidad.