Acampar es dignidad

Texto: J.L. Torremocha Martín / Foto: @BDSPaisValencia

Denunciar el genocidio sionista en Gaza no resulta una frase de propaganda, ni tomar partido por un bando de dos que confrontan en una guerra. Pues no hay un conflicto bélico entre Israel y Palestina, sólo la acción colonial, racista y exterminadora de un Estado ocupante sobre población desarmada.

Sigue el teatro en Occidente, sin lograr esconder las vergüenzas por escoger al verdugo, al mismo tiempo que Biden se quita la careta para justificar los crímenes de guerra en un territorio que toma como su mayor portaaviones en Oriente Medio. 

Brotan las acampadas. Se siembra la dignidad. Desde la misma tierra a la que la ciudadanía no le representa halcones, ni palomas. La misma que se levantó contra la guerra de Vietnam, la discriminación racial, o entonó el Me Too.

Las gentes universitarias en Occidente sacan las vergüenzas también a sus gobernantes. Jóvenes  que con el gesto de acampar batallan por su dignidad y la nuestra. Paisaje de lonas donde se habita, intercambian pareceres y se convive en paz – por la que se lucha-. Ejercicio de resistencia activa y activismo contra la indiferencia. Ni fueron las primeras, ni resultarán las últimas. 

Recordando el Madrid de finales del pasado siglo, la causa noble de aportar el 0,7% del PIB español en Ayuda Oficial al Desarrollo a los países más empobrecidos llenó de tiendas de campaña el Paseo de la Castellana. La misma avenida que albergó el «campamento de la Esperanza» en 2001 cuando personal del Sintel decidió plantarse frente al Ministerio de Economía ante el saqueo de la que fuera filial de Telefónica. Los juegos especulativos y el robo con el sello de Mas Canosa tenían como consecuencia el despido mayoritario de la plantilla. Canciones, consignas y simpatías acompañaron a las personas acampadas durante 187 días en ese espacio de dignidad.

Diez años después se tomaron las plazas de forma masiva, poniendo al centro de España en las portadas de todo el mundo tras seguir la estela de los levantamientos en el Sáhara y las primaveras árabes. Proyectando indignación, señalando las vergüenzas que no tenían quienes reformaron el artículo 135 de la Constitución Española, los mismos que competían por batir récords en recortes.


La chispa que se encendió en Valencia y  se extendió al resto del Estado como rompeolas de todas las Españas. Estudiantado pionero en tomar el testigo a sus colegas estadounidenses y franceses. Juventud que grita decencia y de forma organizada e impulsa lo que manifestaciones y los escasos llamados institucionales han hecho previamente. Aplausos de hoy que ojalá sirvan como guía a denunciar a poner fin a la acción del sionismo contrario a la vida y genocida por esencia.  

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