Lula vuelve a la casilla de salida
“Nosotros no nacimos para ser bonitos, ni radicales. Nacimos para ganar el poder”, Luiz Inácio Lula da Silva.
J.L. Torremocha Martín
Hace más de dos décadas Lula se proclamó presidente a la cuarta intentona. Lo hizo aupado por el PT, pero sobre todo por el desencanto causado por sus antecesores. Quienes llevaron a cabo políticas neoliberales que desgarraron a la población brasileña, y cuyas heridas nunca cicatrizaron. Los ejecutivos anteriores también suspendieron en derechos humanos y libertades durante las décadas perdidas de la región.
A la amplia popularidad del hoy presidente, refrendada por los votos, sin duda le acompañó el aval de los grandes contrapoderes tras la Carta al pueblo brasileño en la que Lula prevenía a quienes mandan sin presentarse a las elecciones. Los mismos que se comprometieron de inicio a no boicotear al electo presidente progresista y moderado. Así fue de inicio.
El año 2023 ha arrancado situando a Lula en otro lugar diferente al de aquellos años en los que el presidente fue el fenómeno político del planeta. El impeachment a Dilma Roussef, y el lawfare aplicado al de Pernanbuco para que Bolsonaro ganara las elecciones presidenciales son los capítulos más conocidos del ascenso de la ultraderecha. El trumpismo a la brasileña hizo gala de sus genes el pasado 8 de enero cuando pidió a gritos, golpes y destrozos de las instituciones brasileñas, la intervención militar con el objetivo de poner el fin al mandato que recién inicia. Pues no se derrotó al neofascismo en las urnas. Solo se les puso freno gracias a los votos, la fortaleza de las organizaciones presentes en el país suramericano, y al impulso popular que desmontó los planes golpistas perpetuados por quienes basados en un inexistente fraude… quedaron como burdos imitadores de los seguidores de Trump hace dos años en Washington.
Queda claro que los últimos acontecimientos sellan la idea que este Gobierno nace en resistencia. También que el regreso de Lula como máximo mandatario de Brasil se debe a los logros alcanzados durante las administraciones en las que se desempeñó como presidente. Llega acompañado de una marea de gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Al igual que sucedió cuando el actual presidente irrumpió en 2002, tendrá cobijo para en resistencia llevar a cabo políticas sociales y favorecer la integración latinoamericana en la parte del mundo más desigual del planeta y uno de los países más golpeados por las consecuencias de la gestión de la Covid 19 realizada por Bolsonaro.
Las bazas de Lula en el pasado fueron presentar como aspiraciones posibles el crecimiento económico acompañado por la redistribución de la renta, el incremento de salarios, así como el aumento del comercio exterior e interior y su crecimiento de forma simultánea. Los manifestaciones de Lula se basan en prometer “primero hacer lo necesario, después lo posible, y cuando menos se imagine lo imposible”. Lejos quedan los anhelos de convertir a Brasil en la quinta economía mundial bajo un gobierno progresista o ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Lo necesario y posible resulta más factible que se repita, como sucedió cuando se implementaron los programas Hambre Cero, Bolsa Familia, Mi Casa Mi Vida o Luz Para Todos que sacaron de la pobreza a millones de brasileños que además pudieron incorporarse al mercado laboral ocupando empleos formales.
Las reivindicaciones democráticas forman parte de la esencia del dirigente del PT. También el dialogo y el respeto de la institucionalidad. Las presidencias de Lula se basaron en la convivencia con los poderes del Congreso, del Senado, de los sindicatos, las organizaciones y los oscuros contrapoderes.
El gigante carioca es el corazón del Mercosur, parte de los Brics, y arrastra a los avances democráticos también a todos los gobiernos progresistas y de izquierdas de la región. Lula puede presumir de haber logrado que Brasil fuera más estable y menos desigual(1). También de prosperidad por expandir la producción agrícola, aumentar la inversión pública, y la extranjera. Contó con un periodo de bonanza para ello pero pudo diferenciarse de cómo actuaron gobiernos de otro signo en escenarios similares.
Cabe reseñar que los gobiernos liderados por el PT no tocaron las estructuras de poder, y aunque mejoraron las vidas de las personas más pobres, bajaron levemente los índices de desigualdad. No se rompió totalmente con el pasado, sino que se mejoró la vida de millones de seres humanos (2).
“Si le presentamos cosas nuevas a la sociedad, si despertamos sueños, si mostramos que es posible hacer. No tiene sentido quedarse apenas en el debate ético, creyendo que eso va a resolverlo todo. El problema de este país es el hambre. Y el desempleo. Y el agua que no es limpia para todos”, ha afirmado el actual presidente de Brasil (3).
La nueva administración gestionará el funcionamiento del pulmón del mundo, con la gran responsabilidad de no decepcionar a quienes tienen en la retina tienen los mayores éxitos y decepciones de los gobiernos postneoliberales, y también de aquellas personas que votaron por mera supervivencia o temor al exponente del trumpismo brasileño. Todo está en juego, y sin apenas margen de error.
NOTAS:
(1) Sader, E. (2014). Lula y Dilma. Diez años de gobiernos posneoliberales en Brasil. IAEN. Instituto de Altos Estudios nacionales del Ecuador. P.82
(2) Summa, G. (2022). El regreso de Lula a un Brasil de rodillas. Nueva Sociedad, (297), 16-30.
(3) Gentili, P., Granovsky, M., Kfouri, J., Silva, L. D., Maringoni, G., Miguel, L. F. (2018). La verdad vencerá: el pueblo sabe por qué me condenan. Editorial: El Viejo Topo.